La actual pandemia de COVID-19 ha afectado como nunca se había visto, a todas las dinámicas de la vida humana. Sin distinción de género, cultura, raza y posición social y económica, nos encontramos en una coyuntura sin precedentes que nos obliga a enfocarnos sobre los problemas de la humanidad desde una perspectiva solidaria y abierta al futuro en la esperanza.

En Guatemala, un país cuyos índices de pobreza, desnutrición y desigualdad destacan dentro del panorama latinoamericano (segundo país más pobre después de Haití), empiezan a dejarse sentir los efectos de esta pandemia.

La declaración de emergencia sanitaria y el establecimiento del toque de queda, impusieron límites muy fuertes para las personas que trabajaban en sectores informales de la economía, quienes se vieron privados de poder desarrollar alguna actividad para generar ingresos para sus familias. Además, la parálisis de la economía en general ha provocado la pérdida de empleos para personas que se han visto de la noche a la mañana sin prestaciones laborales y medios para sostener al grupo familiar. Si bien este es un fenómeno generalizado, los efectos para un país y una región expuesta a la pobreza, como es Guatemala están siendo devastadores.

Desde Asociación Comunidad Esperanza, que desde hace 17 años trabaja con la población situada en los límites de pobreza y pobreza de las áreas periurbanas de la Ciudad de Cobán, en el Departamento de Alta Verapaz, hemos podido constatar cómo las condiciones de vida de algunas personas se han agravado aún más y cómo otras, están cruzando la línea de la pobreza y han empezado a padecer hambre; aunque lo peor está por venir. Esto, debido a que el sistema sanitario del país no cuenta con los recursos necesarios para detectar casos de forma masiva y tampoco tendrá la capacidad para atenderlos cuando llegue el momento más crítico; pero, sobre todo, porque no existe un sistema de previsión social que pueda tenerlos en consideración.

Algunos de los grupos familiares que acompañamos están encabezados por mujeres. Este tipo de familias son altamente vulnerables, al igual que lo son las personas de la tercera edad, que muchas veces viven solas, o acompañadas por algún familiar. Especialmente a ellos, se han dedicado los esfuerzos de Atención Primaria que desde la Clínica de Comunidad Esperanza se vienen desarrollando: Visitas familiares y atención de enfermedades a niños y ancianos, Talleres de formación para prevención del Covid en lengua Quechí, puesta en marcha de un programa radial para la continuidad de las clases para niñas y niños que cursan Primaria y gracias a las donaciones de empresas y el Ministerio de Educación de Guatemala, entrega de alimentos y material preventivo (mascarillas y cloro) a las familias más vulnerables.